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tania
Una mezcla entre producir y dejar que suceda.
Chambear sí, pero también transcurrir y permitir que aparezcan las cosas.
Probar y no saber.
Mirarnos en la cuadrícula, cansarnos.
Propiciar momentos para tocarnos lejos de la pantalla.
¿Hay algo que nos descoloca y nos vuelve a orientar?
¿Tendrá el circo de ahora que ver con la (des)orientación?
Entrenarse y hacer un picnic.
Disfrutar y aplicar lo aprendido desde otros lugares.
¿De dónde surgen las narrativas, las formas de contar-contactar, de dibujar espacios, de vincular los cuerpos entre sí, de conversar, de relacionarnos con la tradición, con el país, con los afectos?
¿Es el circo un trabajo de memoria? ¿U otro tipo de tecnología viva?
Durante los encuentros apareció la necesidad de ocupar el afuera sin miedo. Hacer algo con el encierro.
Junto a Toztli el recorrido entre la Narvarte e Iztapalapa se volvió clave.
Recuerdo una acción que hizo Netty en la residencia de la Quiñobrera en Ciudad de México. Nos pidió entrar uno por uno en un pequeño cuarto sin iluminación, cerrar la puerta y acostarnos. La acción terminaba cuando la persona se iba y entraba la siguiente. ¿Era eso un refundar el encierro en un lugar arquitectónico pero también interno a través de los sentidos que se iban activando, despertando, restaurando sin mucha instrucción. Refundar la casa, la cosa, mirar en la oscuridad, tirarse en el fresco del piso y recibiendo los sonidos del exterior.
El laboratorio dio tiempo, mucho tiempo. A veces se decidió no seguir la idea de los proyectos planteados al inicio y esperar. Volver a los lugares y ser auto-guía.
¿Se transformaron los cuerpos al andar por el desierto, la ciudad, los parques, los espacios refugios, los paisajes?
Muchas voces haciéndose territorio al ritmo de la pandemia.
Este laboratorio es una de esas situaciones que pueden ser eternas. Crean comunidad, acompañamiento, agrupación, escritura.
El laboratorio dio espacio a lo procesual, la implicación de lo vital en las acciones, los medios analógicos y virtuales, la constelación de objetos, las materialidades, el repensarse a partir del momento de vida y del contexto sociopolítico, el contagio, las corporalidades mudas.
Siempre aparecían otros cuerpos y localizaciones como parte del laboratorio. Nunca me quedó muy claro cuándo empezó y cuándo acabó, ni cuántos éramos, ni de dónde veníamos.
Siempre presente la urgencia de entender cómo situarnos, hacia dónde se orientan los cuerpos, cómo se conversa entre los espacios y con ellos, la presentación y el desmontaje, los libros, las materialidades, el archivo.
Preguntarse por la escena que tenemos ganas de hacer y que sentimos poder hacer.
Aparecieron pequeños gestos unos dentro de otros: se mordía la cebolla, las manos eran pintadas, se colgaba el trapecio, se caminaba por la selva, se contorsionaban las sogas, se colgaban los cuerpos del cabello.
Mucha feminidad. Nos toca pensarnos y sentirnos y volver a pensarnos y sentirnos, y hacer lo que necesitamos: ir al barrio, al río, a la piedra, al huevo, a la altura, al archivo, a la luz, a la caja negra, a la fundación, a la escritura, a la entrevista, al video, al cemento de la periferia.
¿Cuáles son los lenguajes que nos importan ahora? ¿En qué momento aparece la manifestación o ya está sucediendo? ¿Traduzco, facilito, atestiguo, propicio? ¿Y la violencia y las desapariciones y los feminicidios y la frontera?
Las Éticas y mucha diversidad también.